Es mi primera noche sola en mucho tiempo y aunque llevaba añorando este tiempo a solas conmigo, puedo sentir una pequeña pesadez en medio de mi pecho…
¿Por qué me está costando ahora la soledad?
Si ese es un terreno tan conocido y cómodo para mi alma.
Un estado que continuamente suelo buscar, priorizar y hasta romantizar, hoy se siente pesado.
Decidí regalarme un mes conmigo en un pequeño pueblo en la montaña.
Un tiempo que aún no sé qué forma tomará.
Puedo observarme intentando llenar el vacío — llenando la agenda de planes, de cosas por hacer —y al mismo tiempo, escucho un susurro que me dice: “un día a la vez…”
La montaña me respira al lado.
Mientras te escribo estas palabras, la luna comienza a asomarse.
Pronto será luna llena.
Mi casa huele a empanada horneada y a vegetales frescos que traje de la huerta.
Suena música de fondo, y mi incienso japonés suspira junto a mí, dejando escapar notas de aromas que no sé nombrar.
Hay un libro abierto a mi lado, y el título de lo que viene es: “la ecología innata de las mujeres.”
Todo está bien.
Y, aún así, algo no se siente bien.
La pesadez se asienta un poco más.
Mientras la respiro, reconozco un aspecto de mí que ha comenzado a mostrarse —una parte que, aunque lo niegue, me revela lo difícil que puede ser simplemente quedarme.
Las lágrimas comienzan a asomarse, y entonces entiendo… que he tocado una verdad.
No me esperaba llegar aquí.
Quizás suena simple, pero es tan profundo.
Pareciera que el capítulo anterior de mi vida me enseñaba la importancia de irme. De tomar decisiones que me sacaran de lugares cómodos, pero no alineados con mi alma.
Pero este nuevo capítulo —este que apenas estoy empezando a habitar—
me está enseñando algo distinto: a quedarme.
A quedarme con la incomodidad de crecer de verdad, desde la raíz.
A quedarme frente a la mirada de otros ojos que se dejan ver completamente desnudos ante los míos.
Que me muestran su fragilidad, sus miedos, su sombra.
A quedarme con la contracción que siento cuando se rompen todos mis esquemas, sobre lo que alguna vez creí que era el amor.
Quedarme, en este caso, se refiere a él.
A nosotros
A un amor que sigue quebrando todo lo conocido para dejar al descubierto
lo verdadero que vive en el alma de dos seres que se acompañan,
tal como son.
Quedarme.
Algo que parece tan simple…
Creo es uno de los aprendizajes más grandes que como alma, elegí.
Entonces, volviendo a la soledad de esta montaña,
elijo también quedarme junto a ella.
La montaña y yo.
Sin planes ni expectativas.
Sin reglas ni agendas.
Respirando juntas bajo este mismo cielo.
Dejando que sea este quien plante nuevos sueños en mi piel.
Porque sé que, al dejar que todo mi cuerpo caiga sobre su pecho,
comenzará a brotar la sabiduría de un alma que sabe escuchar a la vida—
una sabiduría que solo llega con una decisión tan simple como profunda:
Quedarme.


No es coincidencia que estas palabras hayan brotado también unos días atrás, cuando me invitaron a ofrendar un texto en el matrimonio de mi hermano,Santiago, y su compañera Catalina.
Siempre he sentido que lo que ofrecemos a otros con el corazón abierto,
es también un eco profundo que intenta volverse visible ante nosotros mismos.
Aquí te comparto este fragmento de lo que escribí:
Junio 28, 2025
OICATÁ
Ahí donde nace el solDebajo de nuestros pies hay tierra antigua.
Debajo de nuestros pies, hay memoria viva.
Esta tierra que hoy nos convoca, guarda símbolos, historias y mensajes que tengo el honor de ofrecerles.
Oicatá —nombre de esta finca— es una palabra Chibcha que significa: “ahí donde nace el sol”
Para los Muiscas, el Sol, Xué era una presencia viva y sagrada, una fuerza de creación, orden y aliento vital. Su recorrido diario reflejaba los ritmos del alma humana. Junto a Chía, la Luna, formaban una pareja cósmica que encarnaba el equilibrio entre lo masculino y lo femenino, la acción y la receptividad, la luz y la sombra.
Pareciera entonces que la palabra Oicatá nos invita a contemplar la danza infinita y armónica entre la luz y la oscuridad. Pues… ¿qué sería de un amanecer sin el abrazo silencioso de la noche?
Quizás a través de este territorio estamos siendo invitados a reconocer que el verdadero amor nace de esa misma danza.No de la perfección ni de la ausencia de sombras, sino del valor de descubrir, abrazar e integrar las distintas fuerzas que habitan en nuestro interior.
Luz y oscuridad.
Fuerza y suavidad.
Entendimiento y confusión.
Cada una necesaria. Cada una parte del todo.
Hoy estamos aquí para celebrar una unión que no busca completarse en el otro, sino reconocerse mutuamente desde la totalidad de su ser.
Dos almas que se han mirado profundamente, con la voluntad de verse en lo que son —con sus matices, sus ciclos, sus umbrales— y que desde ese reconocimiento, dan paso a un nuevo amanecer.
Un amanecer compartido.
Un entendimiento que no se impone, sino que se revela cuando dos miradas se encuentran en verdad.
Así como el sol nace cada día, hoy sus almas emprenden un viaje eterno, en donde son invitados a renacer continuamente para dar paso a la vida.
….. el texto continúa pero lo dejaré hasta ahí
Con amor,
Juliana
Juli me pasan escalofríos por los huesos. Me calan profundo tus palabras. Gracias porque tus palabras, hacen también hoy eco en mi. Te quiero. Gracias por dejarte ver siempre así: transparente cómo el agua en un amanecer.