Un lugar donde la vida, el arte y el espíritu crecían entrelazados.
Su memoria me atraviesa en forma de susurros, que poco a poco han ido tomando forma en creación.
Apenas pisé Ciudad de México, sentí un susurro que venía desde mis pies:
“Estoy pisando una selva.”
—¿Cómo lo sabes? —me preguntó Julián.
Y mi única respuesta fue:
Lo siento en todo mi ser.
La memoria viva de esta tierra le habla a mi cuerpo. Me transmite la fuerza de lo que, en otro tiempo, fue un grandioso jardín de vida.
Al indagar, descubrí que este lugar no era una selva en el sentido biológico,
pero sí un jardín ceremonial flotante,
atravesado por canales, flores, templos y mercados.
Un ecosistema fértil, ritual, cuidadosamente cultivado.
Una especie de selva simbólica, donde la vida, el arte y el espíritu crecían entrelazados.
Al conectarme con esta memoria, siento la nostalgia de mi alma —
una añoranza antigua, como si hubiera querido presenciar con mis propios ojos lo que aquí alguna vez floreció.
Verlo. Palparlo. Caminarlo. Olerlo. Descubrirlo
Y, aun así, lo siento.
Su memoria me atraviesa en forma de susurros,
que poco a poco han ido tomando forma en creación.
Pausa un momento conmigo.
¿Qué pasaría si tus creaciones, tus proyectos, tu camino pudieran ser moldeados dentro de un pequeño jardín—donde la vida, el arte y el espíritu crecen entrelazados?
Un gran suspiro me atraviesa al imaginarmelo…
¿puedes resonar?
Un lugar donde puedas ver tus creaciones florecer — sin prisa.
Un jardín para meterle las manos a la tierra de aquello que creas.
Un pequeño rincón para encontrarte con otros lenguajes creativos,
que te nutran con nuevas perspectivas.
Un espacio para flotar en inspiración — que poco a poco se irá convirtiendo en creación.
Y no hacerlo sola.
Sino acompañada, en comunidad.
Porque algo cambia cuando creamos juntas.
Me sueño tanto este lugar, que decidí empezar a darle vida dentro de ODA.
Aún estoy aterrizando su concepto, recorriendo sus pequeños rincones,
sintiendo su alma… y dejando que ella moldee mi visión.
Fue ella quien decidió por mí:
abrirá sus puertas el 22 de abril.
Y para esta primera temporada, se dejará nutrir por 11 corazones más — que deseen adentrarse en lo profundo de sus creaciones, proyectos y espacios.
Un espacio que se dejará sembrar por nuestras manos.
Porque si hay algo en lo que creo profundamente, es que cada espacio que me pide ser moldeado, no me pertenece del todo.
Le pertenece también a cada alma que escuchó su llamado.
Si algo en mis palabras, hace eco en tu interior, te invito a entrar en la waitlist, para que cuando esta creación se sienta lista para salir al mundo, puedas recibirla.
Antes de irme, quiero invitarte a algo simple:
pídele a tus pies que te dejen palpar la tierra que te sostiene.
Quizás, a través de lo que te transmite, hay algo deseando ser creado a través de ti.
Porque nuestras creaciones también las atraviesa el contexto sobre el cual estamos paradas.
Y quizás no sea casualidad que este jardín empiece a brotar aquí,
en esta tierra que un día fue un jardín flotante,
atravesado por canales, flores, templos y mercados.
Un lugar donde la vida, el arte y el espíritu crecían entrelazados.